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Los corazones no juegan

Ese músculo rítmico que es el pistón de nuestros pasos, no tiene la capacidad de jugar. No se anda con estupideces, porque responde únicamente a estímulos físicos que le son inyectados desde el espíritu.

El amor no es un juego con el que divertirse. Utilizar al corazón como columpio para entretenerse es enredarse con los hilos del infierno. No merece la pena lastimar por capricho. Cuando se resuelve enamorar a alguien, los animosos pecaran de arriesgados, los valientes comprometerán su integridad, los temerarios cometerán un delito contra la pasión, los impulsivos se expondrán de más... y solo los avispados, aquellos embellecidos con el sentido común que tanto favorece, llegarán al final cogidos de esa mano que un día conquistaron.

Fusionar dos corazones de cuerpos diferentes, significa cocinar una tortilla de sueños que se degusta en pareja. No vale de nada un atracón desenfrenado de tiempo ajeno, fugaz, difícil de digerir. Es mejor la lenta adhesión de cariño que se derrite entre los besos diarios, la gustosa entrega de caricias enteras, el dulce descubrimiento de amaneceres compartidos en busca de la perfección, como un sistema de vida colmado de víveres tan rebosante como las repisas de una alhacena de palacio. Conviene un cortejo cotidiano, que dure una vida, porque la fulminante indiferencia del desprecio la ocasiona una prisa por amar.

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