Gracias, maestro
Ha muerto el insigne escritor uruguayo Eduardo Galeano, dejando una vacante disponible que será muy difícil de cubrir. Sin embargo y aunque no lo creáis, se me ha aparecido mientras miraba las estrellas por última vez esta noche antes de encerrarme en casa.
Me ha dicho que me deja toda su herencia, para que yo también pueda intentar lo que sus años de vida han hecho de él uno de los escritores bienaventurados de la literatura mundial. Se me ha erizado hasta el fino vello que cubre mi alma y que es imposible de depilar por necesitarse para el amor. Entonces él me ha dicho que abriera mi ordenador, en canal, como si fuera una ventana tan grande como el infinito. Me ha dicho también que allí estaba todo cuanto tenía y que ahora me cede. Y así lo he hecho, con toda la prisa de que es capaz el asombro en combinación con la sorpresa.
Cuando he encendido mi PC, he visto ahí toda su fortuna dentro. Una riqueza incalculable de verbos, adverbios y antónimos. Un ingente dineral convertido en preposiciones, prefijos, palabras expresiones, vocablos de todos los tipos, incluidas todas las letras del abecedario y millones de acentos, además de signos gramaticales de todos los gustos preparados para su consumo. Una lágrima se me ha escurrido por el surco del agradecimiento mientras veía como de inmediato, su herencia me acababa de hacer rico en un instante.
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