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El mulato del Lagoness

(Basado en hechos irreales. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).

Entre Getafe o Villaverde, no lo sé muy bien porque siempre me ha dado miedo acercarme incluso de pensamiento, existe un enorme pantano invadido de refugios para monstruos, el Lagoness.

Muchos son los desaparecidos que incitados por su curiosidad, se acercaron hasta allí para conseguir alguna foto de los habitantes que pueblan esos abismos de la civilización, pero jamás regresaron a sus casas. El miedo a esos arrabales hace que ni la CIA se aventure a investigar e incluso se han dado casos de parejas que se adentraron en esos peligrosos parajes y como si de una abducción extraterrestre se tratara, jamás regresaron de vuelta con sus familias. Dice la leyenda que dichas parejas se sumergieron en sus aguas convirtiéndose en monstruos y que luego tuvieron hijos con los que viven allí, para siempre. A saber.

El caso es que un día, una muchachita intrépida de un pueblo con nombre de pene de la provincia de Ávila, cuyos cabellos dorados se precipitaban en cascada sobre su espalda y cuya sangre era tan caliente que por aproximación hacía arder los corazones de los hombres que la miraban, decidió dar rienda suelta a su valeroso espíritu explorador y abandonó su pueblo, decidida a visitar aquellos oscuros lugares. Quería conseguir alguna información que salvara a su España de la sospecha que rodeaba la famosa ciénaga, de la que nadie quería ni siquiera hablar.

Fue así como aquel día, estando en la orilla y mientras esperaba alguna revelación procedente de esos lodazales, vio como desde las profundidades emergía una extraña figura de la que solo le dio tiempo a ver un precioso culito aterciopelado y muy apretado, rarísimo en España, que enseguida desapareció bajo sus aguas dejándola con mucha curiosidad. De modo que esperó y esperó hasta que efectivamente, lo que en un principio parecía haber sido solo una visión, se hizo del todo realidad.

En un primer momento, el miedo la descompuso hasta casi expeler un gasecito de princesa pero pronto, la imagen de ese ser saliendo del agua, puso la temperatura de su cuerpo a un nivel próximo a la combustión. Aquel ser de sonrisa blanquísima y un enorme miembro viril, tenía unas abdominales que parecían huellas de una oruga de tanque y para acceder a su espalda hercúlea, había que subir por la cara norte ayudado por sherpas Nepalíes. Enseguida dejó de sonreír cuando comprobó como el fuego se apoderaba de aquella dulce muchacha cuyos ojos estaban todos abiertos como si fueran centros comerciales en navidad y brillando como dólares de plata. Así que lo inimaginable ocurrió cuando el espécimen, que era un mulato de mulatilandia con su cartilla de pedigree y todas las vacunas puestas, le apagó el fuego a la señorita con la presteza de un bombero profesional.

Cuando el mulato le hubo extinguido aquellas llamaradas, yacieron felices en la orilla, invadidos de una sonrisita y fríos los dos. Esperaron un cuarto de hora para que se rehiciera el fuego de ella y volvérselo a apagar pero no dio tiempo. Aquel mestizo de las profundidades del deseo, se convirtió en una llama humana por empalme o proximidad con ella y, curiosamente, esta vez fue ella la que le apagó su fuego. Eran como dos bomberos pirómanos jugando sin miedo en aquella orilla del Lagoness, en donde una eterna primavera se había instalado para siempre en lo más recóndito de sus corazones.

En el pueblo nadie ha vuelto a saber nada de la bella sonriente de cabellos dorados, pero existen informaciones que aseguran, que ella se ha convertido en la pastilla inflamable de un incendiario mulato cuya monstruosa manguera de fuego, la tiene atrapada para siempre en aquellos fríos perpetuos de Lagoness, entre Getafe o Villaverde, no lo se muy bien.

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