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Ya es tarde

El arte pudo salvar del accidente al avión y a todos sus pasajeros. Se podía haber intentado, porque existía una manera de abrir la puerta.

Esta es mi hipótesis: Todos los días, los que circulamos por carretera, nos cruzamos con la muerte una cantidad de veces tal, que dejaríamos de conducir si pensáramos demasiado en ello. Porque el mundo está lleno de locos y de suicidas que muchas veces no quieren irse solos. Así que cada vez que nos cruzamos a cien por hora con otro vehículo, el rebufo de la muerte y el nuestro se acarician. Y no existe manera de evitar un impacto mortal en carretera si el contrario decide en el último segundo girar su volante y embestir de frente a nuestra vida y a la de nuestros pasajeros. Y no se puede evitar en nuestro caso porque no disponemos de esos nueve minutos con los que contaron los pasajeros del Airbus mientras descendían hacia su tristísimo destino.

Entre los casi ciento cincuenta pasajeros del avión, se encontraban dos personas, dos artistas que como una ganzúa, hubieran podido abrir la puerta de la cabina. Solo se trataba de cambiar por un momento el pensamiento desequilibrado del copiloto. Esos dos pasajeros eran los cantantes líricos Oleg Bryjak y María Radner que volvían de actuar en el Gran Teatro del Liceo, dos hermosísimas voces entrenadas para re sintonizar el pensamiento humano.

Mi conjetura es, que si durante los primeros minutos de los nueve, se hubieran puesto de acuerdo esos dos artistas, haciendo gala de una sangre fría inimaginable, y frente a esa puerta maldita hubieran dejado escapar lo mejor de sus gargantas hacia el interior de la cabina, quizás el copiloto, solo quizás, habría despertado de su enajenación por entender que aquella maravillosa música no debería nunca apagarse. En ese momento, mientras los cantantes entonaran a dúo cualquiera de las piezas que Mozart compuso para hacer soñar despierta a la mente humana, ese copiloto hubiera reaccionado y habría salido con sorpresa de ese estado hipnótico, como el que experimenta una liebre frente a los faros de un coche y que, a buen seguro, tenía a su inteligencia poseída de una demoniaca insensatez. Posiblemente su sensibilidad hubiera reaccionado a la música y ésta habría tomado los mandos del avión, porque tengo la certeza de que el arte es el que hace volar los corazones.

Pero ya es tarde. DEP todas esa inocentes víctimas.

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