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Domador

Estar apegado al pasado es como llevar siempre los calzoncillos mancillados de palomino para no arrinconar aquellas complacencias. Y eso es peligroso porque aunque la experiencia se basa en el recuerdo, no conviene pensar que el pasado es forjador de futuro ya que solo los pasos del presente nos conducen a resultados placenteros. (Joder, llevo dos días de un filósofo... pero bueno lo tengo que decir.)

Dar rienda suelta a los malos pensamientos, dejarlos ocupar el alma, es como encerrarse en una jaula con un tigre hambriento de tiempo humano.

Afortunadamente he tenido la gran suerte de compartir mi vida con una domadora profesional, psicóloga de profesión. Por eso algunas veces, cuando detecta que acabo de entrar en la jaula, me grita desde fuera las instrucciones para encaminarme a la salida. Y una vez fuera, no puedo por menos que comérmela a besos.

Ciertas personas, entre las que me cuento, tenemos propensión al peligroso enjaulamiento con la fauna más salvaje de nuestro espíritu. Algunos, incluso llegan a permitir un nivel de tolerancia a esa cautividad en la que existen, conviviendo con la fiera de manera natural, pero siempre con el miedo en el cuerpo, expuestos a las garras de un presente y un futuro anegados por el desaliento, como nadando siempre en un piscina llena con angustia y clorada de preocupación. Hay que aprender a detectar esa turbación que abre la puerta de la jaula. Es muy fácil con el siguiente ejercicio: (Hablaré de usted que queda como más serio)

"Estando en un estado relajado, comience a pensar con verdadera intención en cosas como las siguientes; el fallecimiento del ser más querido y sus consecuencias para uno mismo, las letras hipotecarias, los gastos que faltan por pagar y como las haría frente si se perdiera toda fuente de ingresos, aquel accidente que pudo ser mortal y cómo es posible que saliera indemne de una circunstancia peligrosísima o una enfermedad muy grave, piense en las consecuencias que se hubieran derivado de haberse dado otras circunstancias...

Nótese como de inmediato el miedo rellena cada hueco del pensamiento y como su actitud cambia, debilitando su fe y poniendo un pie sobre el cuello de la esperanza. Perciba el nauseabundo olor de esa sensación inundando su mente y recuerde como estaba unos segundos antes de empezar a pensar en estas desgracias con las que acaba de envenenar su cabeza."

¿Habéis olido eso? ¿Habéis saboreado con las neuronas el olor a tigre?

Anda, salid de la jaula y volvamos a la sonrisa. Voy a cambiarme los calzoncillos.

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