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Fer

Tengo un amigo mago. Pero no es el espécimen que todos imaginan vestido con una túnica brillante, bordada de estrellas, cejas de cuatro centímetros de espesor y un lustroso capirote sobrenatural en la cabeza, reluciente como el zapato de un presidente.

Cuando llega al pueblo viene en un coche negro, cargado de enseres y con toda su familia, de modo que no vuela montado sobre una carcasa de pollo mágica ni nada parecido, como cabría esperar. Ni tan siquiera tiene una varita mágica, aunque eso yo no puedo asegurarlo porque tampoco es un amigo tan íntimo ni le conozco en toda su profundidad.

Mi amigo mago tiene poco pelo en la cabeza y una densa barba, rasurada casi al rape, como los adivinos celtiberos o como la lija gruesa para madera. Su contorno de cintura es el adecuado para un mago español, es decir, el que figura en las contraindicaciones de la Mahou cinco estrellas o en las revistas especializadas en embarazos. Y habla con voz normal, sin eco ni reverberación cósmica. Su voz es estándar, como la de un humano con hipoteca.

Me ha comentado que este fin de semana ha estado cortando leña para la chimenea. Muchos imaginarían que lo ha conseguido dirigiendo un hacha milagrosa con la larga uña de su dedo índice desde la comodidad de una mecedora, bajo el porche de su casa de campo. Pero no. Mi amigo mago es un español sencillo que ha tenido que sudar lo suyo para ver el fuego ardiendo en la chimenea. Quisiera pensar que no utiliza esos fascinantes poderes para su beneficio propio y que por eso, no es capaz de dotar a sus amigas con una talla 105 de pecho con el simple chasqueo de sus dedos. Aunque en cuestiones de pecho lo que importa es la copa, y en eso si que le he visto hacer realidad el sueño de muchas amigas con una simple frase mágica al camarero de turno.

No obstante, soy testigo de que los poderes de mi amigo son reales, y he visto sonrisas en niños que no creeríais, más allá del aplauso de unos padres extrañados. Le he visto desconcertar adultos, entontecidos, y secar los ojos de niños fascinados incapaces de parpadear. Mi amigo tiene el poder de la amnesia temporal, y consigue que la gente pierda la memoria de sus problemas durante el rato que dura el espectáculo.

El próximo día 18 de Abril, parece ser que ha organizado un fin de semana mágico en Poyales del Hoyo, hasta tal punto, que para hacer rodar el fascinante carro milagroso de tres días de magia, ha tenido que contar con la colaboración de otros seis magos que empujen este vehículo extraordinario de la ilusión. Son encantadores venidos de lejanos y diferentes lugares del planeta, Carabanchel, Móstoles... y se han propuesto dejar boquiabierto a todo un pueblo, haciendo desaparecer por un rato las dificultades cotidianas.

Yo no dejaría pasar la oportunidad de atravesar la puerta a ese país de las maravillas que abre la llave de mi amigo. Tampoco privaría a los niños del inolvidable recuerdo de una ilusión verdadera, porque creo que hace falta más magia en este mundo de tan triste realidad.

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