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Comunista de derechas

Soy un comunista de derechas. No me preguntéis como es eso posible porque ni yo mismo lo comprendo. Sería como preguntarle a un ornitorrinco el porqué de su pico de pato y su piel de nutria. Los rojos somos ecologistas, altamente solidarios con los más desfavorecidos, y además no nos importa viajar en furgoneta. Pero eso no nos quita el presunto apetito por acelerar un Mercedes de trescientos caballos de cero a cien en tres segundos, cómodamente envueltos por un asiento de cuero electrónico. Los rojos nos conformamos con cualquier comida, como si nuestro paladar fuera de madera, y mostramos gran alegría interior por un bocata de jamón de york cuando a las once y cuarto de la mañana el hambre aprieta. Pero no nos importaría a esa hora comer una buena docena de ostras sobre un lecho de hielo o el típico solomillo, poco hecho, como el que vemos en máster chef. A los rojos no nos importa que nuestra televisión de los años noventa tenga más culo que Belén Esteban. Se ve bastante bien aunque la pantalla tenga unas rayas blancas y algo de nieve por toda la imagen. Se escucha correctamente y las noticias son las mismas que en estas televisiones de ahora, tan finas como el papel de fumar. Pero también sentimos un orgasmillo si por casualidad disfrutamos unos segundos en Media Market de la tecnología 3D, o de la curvatura de las nuevas Samsung panorámicas con olor a lujo. Diríase que en estas televisiones de 2015, las noticias son más hermosas, aunque estén hablando del mismo asesinato. Los rojos somos muy respetuosos con el medio ambiente y nos quejamos con mucho coraje para que alguien lo arregle. Y como tenemos poco dinero para un coche nuevo, tenemos buena excusa para que por el tubo de escape de nuestros viejos vehículos, salga más humo en un segundo que el expulsado por Santiago Carrillo en toda su vida. A los rojos nos indigna la explotación laboral y para quitarnos ese mal sabor de boca, nos vamos a Ikea, a comprar un bonito mueble baratísimo, made in Vietnam. Y si nos sobra algo de dinero, quizás nos llegue para una camiseta de cinco euros con cierto aroma a aldea China. Si todavía nos quedan unos euros en la cartera, nos comemos unas cuantas piezas en Kentucky Fried Chicken, para coger fuerzas antes de asistir a una manifestación sobre el derecho de los animales de granja. Pero sobre todo soy de derechas porque sin duda, no es posible que los rojos nos compremos obras de arte entre nosotros ya que no disponemos de cash. Mis trabajos han de colgar de las paredes exquisitas de viviendas de lujo, que es el destino que marca la brújula de mis intenciones. Como rojo que soy, me opongo y protesto por la desigualdad social y quiero que se haga justicia para que todos tengamos una vida digna. Y como soy de derechas, cuando me visto con mis trajes de Hugo Boss, disfruto de la calidad de sus paños y procuro mirarme poco al espejo para que el rojo que llevo dentro, no me amargue la existencia que el cielo ha querido para mi vida. Quisiera ser de centro pero solo soy un péndulo humano, que sufre mucho porque las oportunidades de exponer mi obra no se presentan. Espero que pronto gane Pablo Iglesias y aporte el bienestar que todos los de derechas queremos para los de izquierdas, y viceversa.

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