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Hoy es cuando se me ha ido la pinza

Gracias a Dios que creo. Menuda suerte la mía. Porque me siento vivir en el rellano de una conciencia presente desde la que puedo ver otra puerta.

Hay algo al otro lado, lo sé, lo intuyo, lo presiento. También sospecho que en esa otra dimensión que me aguarda, de pura calma, no existe un señor con barba esperando para darme la bienvenida. Ni hay tigres coexistiendo con personas en armonía, ni árboles con manzanas azules deliciosamente dulces, ni amaneceres con olor a tierra, ni un etcétera tan grande como otra vida semejante, ni siquiera parecida.

Les ha dado a algunos por llamar al dueño de la finca desconocida Dios, o Alá, o Buda... pero a mí me da igual que se llame krishna, Apolo, Zeus, Ramiro o Faemino, porque no es un nombre al que hay que suplicar un mejor destino posterior, sino que hay que rogarse a uno mismo para que nuestro comportamiento actual, determine ese infinito destino en el que se basa la existencia presente.

Es muy lógico que exista otra dimensión, por puro sentido común. Es una cuestión matemática más allá del raciocinio y la limitada comprensión humana. Un asunto de energía pura y dura, la misma que rige con exactitud milimétrica la grandiosa magnitud del universo. La misma energía que a ti te permite leer este párrafo y a mí escribirlo, una cuestión de interacción que tiene vínculos con el más allá; física cuántica en definitiva. Eso es Dios.

No señora ministra. Haga usted bien su trabajo y promueva un empleo digno y de calidad. No pida a la Virgen que gestione lo que es su cometido. Mire su cuenta corriente y compárela con la de quienes llevan años sin poder llevar un sueldo a su casa. Señora, nadie va a perdonarle el grandioso pecado de valerse de la religión para eximir sus responsabilidades. No hay religión más profunda y verdadera que la de esa biblia que cada cual transporta en su corazón.

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