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Ancla

Me suicidaré si mi mujer se muere antes que yo. Ella es el amarre de mi sensatez. Probablemente la única sujeción cabal que conozco en todo el océano humano, la única donde poder atracar mi locura. Y es posible que haya otros puertos, muy bonitos, a los que ya no llegaré, porque la quietud que reina en este muelle me satisface sobradamente. Mi ancla está sólidamente afianzada en lo más profundo d...e su corazón y la frenética actividad artística con la que estoy comprometido, es lo que evita una dispersión mental negativa que podría llevarme hasta la perpetración de los más horrendos asesinatos. Me doy miedo, porque soy humano. De la misma especie que esos que sueltan desde el aire la muerte en Gaza. Del mismo género que quienes exquisitamente perfumados y bien comidos, son capaces de dar órdenes para que otros desgajen las cabezas de los más indefensos e inocentes del mundo; los niños. Soy de la misma cepa que aquellos que aprietan el gatillo de un arma contra unos semejantes aterrorizados que corren perseguidos por el hambre y por el fuego. Tengo el mismo origen que quienes han derribado un avión comercial cargado de infancia, y de inteligencia, robando a la humanidad en ese mismo instante de destrucción, algunas posibles soluciones contra el SIDA, igual de humano que quienes han sustituido niños por lágrimas... Me doy miedo, y asco, como un hombre lobo tapado con un antifaz de amor para no ver la hermosa luna, que no lo es, sino el planeta Injusticia lo que hay al otro lado de una mirada disimulada. ¿Quién sabe de lo que sería capaz de no ser por esa máscara? ¿Quién iba a pensar que quienes hace solo unas décadas eran calcinados en hornos por unos ogros, son ahora los ogros?... ¿Qué somos?... Me temo... Tengo algún amigo que ya está en avanzado estado de esa metamorfosis de humano a monstruo. Se escuchan las tarascadas sordas de sus dientes a través de sus palabras. Le queda un paso pequeño para que sus molares desgarren el alma de alguien. Más que a la muerte, le temo a esa mutación que me tornaría odioso. Por eso, hasta mi cueva del arte y del amor, todavía no llega el desgarrador y claro lamento del terror ciego, aunque oigo sus ecos. Me suicidaré tan pronto como el misil del destino derribe los cimientos que me mantienen anclado a la cordura.

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