Visita
Cuando llegamos a la puerta de la finca, a Clint parecieron gustarle todas esas cosas del arte con que voy decorando el jardín. Alargó un poco el brazo para tocar una de esas esculturas que coronan la entrada pero de un manotazo se lo impedí. Se volvió y puso la mano sobre el revólver "señor, no toque usted la obra de un artista sin su permiso" le dije sin medir las consecuencias. Quitó su mano del arma y dijo "Es justo. Puedes tutearme" de modo que nos encaminamos a la casa silbando la canción del bueno el feo y el malo. !Cuando se lo cuente a Chusa, madre mía, Clint Eastwood secándose con su toalla rosa! Después le presté unos pantalones vaqueros de la marca "Ganadero" que compré en el Carrefour por seis euros y la verdad, no le hacían mal culo. También le ofrecí una camisa de cuadros para que le hiciera juego con la cartuchera y de calzado, como el hombre tiene un descomunal pie de la talla 46, solo pude dejarle unas chanclas Adidas que quiso ponerse con unos calcetines blancos. Y ya era casi de noche, así que me dispuse a hacer una tortilla de patatas con cebolla. Le dio mucha risa porque se acordaba de ese video mío en el que muestro como se hace la receta y quiso ayudarme a pelar las patatas pero le dije "anda quita Clint, tu ve abriendo esta botellita de vino y siéntate que ya me encargaré yo de estas cosas". Qué hombre tan simpático la verdad. Si vierais los chistes que me contó después de la cena os mondaríais. Me habló de Paul Neuman y de los trucos que se usan en el cine. Me dijo que Robert Redford calza una talla más grande que la de Nacho Vidal y también dejó caer que a lo mejor me llamaba para algún papel pequeño en su próxima película, !qué emocionante!. Después de la tercera y última botella de vino, salimos fuera agarrándonos para no caer y allí, me dejó disparar unas cuantas veces hacia las estrellas mientras lanzabamos gritos de vaquero. Qué noche, de verdad. Le dije que no esperara sexo y se rió. Así que le mostré su habitación y nos fuimos a dormir. Ésta mañana, cuando me he levantado, he hecho un buen desayuno para agasajar a mi invitado y como a las doce no se había levantado aun, he abierto despacito la puerta para despertarle con suavidad pero ya se había marchado. Qué hombre tan atento. Había dejado la cama hecha, justo como la encontró. Después de la siesta iré a ver a su madre por si se encontrara indispuesta. Y luego le mandaré un mensaje vía Facebook, para decirle que lo pasé muy bien y que aquí tiene su casa. El muy cabrón se me llevo la ropa, eso sí.