A la atención de la Alcaldía del Excelentísimo Ayuntamiento de Arenas de San Pedro
Quinto escrito
Por la presente, ruego a Dios todopoderoso, me conceda salud para no dejar de escribir relatos de ficción porque, a través de ellos, puedo evacuar la gran cantidad de inmundicia mental que se acumula en mis pensamientos humanos como consecuencia de la ingestión involuntaria de injusticias de todo tipo. Gracias a estos apuntes literarios, que el señor ha tenido a bien concederme como una manera efectiva de expulsión espiritual, vivo mucho mejor y además agrado a otras personas que, después de leerlos relajadamente, pueden inspirarse para llevar mejor a cabo sus responsabilidades. De modo que con el permiso de este Excelentísimo Ayuntamiento y sin otro fin que el de amenizar el duro trabajo del funcionario público que tenga a bien saborear estas palabras, escribiré a continuación una parrafada del todo ficticia. (Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
"Erase una vez un paraje llamado Los Lanchares, casi en el fin del mundo, donde no llegaban ni los pensamientos. Allí vivía gente, aunque pudiera parecerle imposible al resto de un mundo que ni por asomo, podía imaginar que en esas latitudes existieran personas. Aquellos habitantes arrinconados en los confines de un municipio, trabajaban muy duro para conseguir dinero con el que llamar la atención de alguien ahí afuera que les quisiese, pero por más impuestos que ingresaban en las cuentas bancarias de la floreciente y lejana civilización, para ellos todo era silencio y omisión.
Aquellos lugareños pensaban que anotando grandes cantidades en esas cuentas, alguien les haría caso y podrían ayudarles a reparar el camino que, serpenteante y muy empinado, servía de acceso a sus viviendas. Quizá, si con ese dinero ellos mismos hubieran arreglado el camino, hace años que estarían disfrutando de una entrada decente y segura a sus casas, pero por el contrario, al depositar todos sus ahorros en esas arcas municipales, aquel camino totalmente destruido, era un ejemplo de la peor calzada en la que un vehículo es capaz de circular. Además, la maleza lo inundaba todo y el miedo aterraba a esos moradores con la amenaza de un incendio que destruyera sus viviendas. Pero ellos seguían ingresando sus dineros, esperanzados, pensando que algún día se les recompensaría con la limpieza y el arreglo de esa vía pública, cuya obligación de mantener en orden, era la de un ayuntamiento muy muy lejano.
Un día ocurrió que en Los Lanchares, un vehículo agrícola que trataba de sortear uno de los profundos baches que minaban la calzada, se accidentó y comenzó a arder. Entonces se propagó un pavoroso incendio que lo calcinó todo. El ruinoso camino impidió que los equipos de extinción pudieran acceder con prontitud a la zona y hasta fallecieron personas, entre ellas un escritor que después se hizo muy famoso por haber profetizado aquel fatal desenlace. Ese día, después de la noticia que acaparó las portadas de todos los periódicos, aquellos residentes nunca más volvieron a ser desconocidos y el camino se remendó, finalmente, esa misma semana."
En fin, a la espera de que este cuento haya contribuido, de alguna manera, a afrontar una jornada laboral fructífera y desahogada, se despide muy agradecido por su atención.