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¿Vosotros lijais?

Yo lijo. Creo que tengo pulidas más de cinco hectáreas, pero tendría que revisar los frunces de mi cara para confirmarlo exactamente. He lijado maderas de roble, castaño, abedul, encina, pino, almendro, chapas de coche, abdominales modeladas en resina de poliester, paelleras de encargo convertidas en espejo, ojos verdes sin vida, maletas de poliespan para ordenadores de sobremesa y otras rarezas que no recuerdo por estar arrinconadas en las cicatrices de mis manos. En total media tonelada de polvo que el viento ya se ha llevado.

Hoy me centraré en una estantería del siglo XIX que anhela un masaje desde hace meses. Es por eso que no voy a poder escribir nada en Facebook. Porque los días son limitados como la autonomía del alma y solo cabe depositar huevecillos si el tiempo lo permite.

Pero os diré que estoy contento porque a esas pobres víctimas de la Talidomida, por fin se les ha solucionado el problema. Ya sabéis que sus madres, consumieron un medicamento en los años sesenta durante el embarazo que produjo a los hijos unas horrorosas malformaciones. Los había fabricado un laboratorio alemán que ha tenido que indemnizar a miles de ciudadanos de otros países. Pero en España es diferente. Nuestros afectados han tenido mucha más suerte porque no van a recibir indemnización alguna. Al parecer aquel delito ya ha prescrito, lo que significa que afortunadamente, hoy mismo se les están regenerando mágicamente sus extremidades. A ninguno de esos desafortunados les duele ya el organismo. Ya no tienen que utilizar sillas de ruedas y sus articulaciones parece n funcionar igual de bien que las de los jueces que les han dictado sentencia. Estos ciudadanos españoles, cuyas madres depositaron su confianza y su dinero en las cuentas de farmacéuticos sin escrúpulos ávidos de riqueza, están hoy más contentos que nunca y yo me sumo a su satisfacción.

Prescripción, bonita palabra, la gran solución que todo lo remedia. Ya puedo imaginarme a esos parapléjicos levantándose sobre sus piernas nuevas recién crecidas, lanzándose a correr con una sonrisa en la cara, acariciados por el viento. También puedo imaginar las sonrisas alemanas por el éxito de la justicia española, curativa, milagrosa hasta la admiración. Por fin han prescrito las espeluznantes anomalías de nuestros afectados por aquel medicamento. Podemos afirmar desde ahora mismo, que ya todos han dejado de sufrir. Enhorabuena España por el éxito del tratamiento.

Y aunque debería escribir largo al respecto, por ser tan significativo este milagro de nuestra sociedad civilizada, hoy no podré hacerlo porque tengo que lijar más de diez metros cuadrados de siglos de antigüedad. Perdonad

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