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A propósito de los premios de fotografía

Experimento: Colóquese a un mandril con los ojos tapados en primera línea de una zona de guerra. Dótese al animal de una cámara fotográfica de última generación, de unos aproximadamente 5000 euros, y enseguida conseguirá el bicho una instantánea impactante y de una muy aceptable calidad técnica. Prémiese después la instantánea de una madre rota de dolor con las tripas de su hija sobre el regazo, mientras se sostiene entre sonrisas una copa burbujeante de un champagne de trescientos euros la botella. Una foto difícil, digna de premio, es por ejemplo la de un lince ibérico en peligro de extinción amamantando a sus crías. En ella primaría la paciencia del fotógrafo, el encuadre, la luz, el contraste y por supuesto el motivo, que sin duda supone una captura difícil de superar. No estoy a favor de premiar fotografías de tan fácil factura como las que pueden capturarse en zonas de conflicto armado. Es lo mismo que premiar un pescado enorme cogido en una piscifactoría. Estoy a favor del reconocimiento del fotógrafo de guerra por su labor informativa y naturalmente ha de premiarse el peligro al que se expone para el desarrollo de su trabajo, pero esas fotos en sí mismas, son una aberración producto de la codicia humana y están basadas en el sufrimiento de víctimas inocentes. Es otra modalidad de diamantes de sangre importados por el demonio desde las profundidades de lo más oscuro de la humanidad. Me repugna que se obtenga beneficio económico de la imagen dantesca de una injusticia y que la víctima sea un desprotegido ser vivo. La última foto premiada en el exclusivo concurso Word Press Photo, es la de un mono siendo víctima de los malos tratos de un humano sin compasión, a todas luces un loco hijo de puta. ¡Esto no debe premiarse!, porque es un atentado contra la dignidad del animal y por ende contra la inteligencia humana, que se pone en entredicho con esa recompensa. En anteriores galas, esta organización premió fotos del más crudo sufrimiento humano, naturalmente aderezando el galardón con un cóctel de rigurosa ostentación. Cosas de Satanás. Pues yo digo que si en algún momento alguien me fotografiara muriendo de pena por tener entre mis brazos el cadáver tiroteado del amor de mi vida, y luego se adjudicara un premio con esta instantánea, lo primero que haría será defecar sobre su meretriz madre. Lo segundo será hacerle una fotografía yo a él, tras reventarle la cabeza con un hacha. No os quepa duda de que mi foto dará la vuelta al mundo y será portada de infinidad de medios de comunicación pero ¿verdad que no es esto lo que quiere ese fotógrafo para sí mismo? Claro que no, porque no todo vale con tal de conseguir los objetivos.

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