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Fútbol

Oh my God, ya no puedo ser futbolista. De pequeño me ponían de portero y me sentaba en el palo mientras los demás corrían y se desgañitaban !pásala pásala! decían. Con nueve años yo estaba jugando con la imaginación mientras intentaba sin éxito que no me colaran más de media docena de goles en cada partido, pero tenía mucho miedo de que me reventaran los testículos de un balonazo y por eso ellos se enfadaban con cada mierda de gol. !Tírate tío ! me decían. Si hombre, para rasparme las piernas con la arena. !Tírate tú! Entonces me ponían de jugador normal, y yo corría enseguida a colocarme justo al lado del otro portero. Le entretenía con mi palique mientras gritaba todo el rato !aquí aquí, que la meto! y los de mi equipo respondían desde lejos !pero si estás fuera de juego payaso! y yo respondía sin entender !que no, que soy de los vuestros, estoy aquí, pasádmela y la meto...! Después me enteré lo que es eso del fuera de juego, treinta años después. No tuvieron la gentileza de explicarme ese detalle del juego y he tenido que vivir todos estos años con la pesadumbre de mi fracaso con el juego en equipo. Pero mira, en gimnasia deportiva era bueno, sobre todo en anillas y suelo. Hoy en día todo ha cambiado mucho. Los campos tienen un césped muy mullido y los porteros usan unos enormes guantes, tan grandes como el cerramiento de una terraza. Además, si eres bueno parando, se te da un pedazo de tía buenísima para que le hagas hijos o la toques los pechos y además hable bien de ti por la tele. Eso sin contar con que dejas de vivir en Móstoles para irte a una buena urbanización rodeado de cámaras de seguridad y cortadores de setos en cada esquina. Eso si eres portero, porque como seas un jugador normal de los que corren un poquillo, te empiezan a llenar las estanterías con botas de oro, balones de oro, cordones de oro, camisetas de oro, calzoncillos de oro y también premios al mejor jugador, premio al más guapo, al que corre con más entusiasmo, al que tiene mejor hecha la raya en el pelo, al que firma los autógrafos más bonitos, al que lleva en las orejas los cascos de música más orondos... Y qué decir de los ceros. A los futbolistas les ponen ceros en sus cuentas corrientes al peso. La cartilla de ahorros, lo que viene siendo la libretita de papel, de Buitragueño o de Carlos Jesús o del mismísimo Ronaldito, seguro que pesan como mi furgoneta entera hasta arriba de cartón. No he vuelto a ver un partido de fútbol desde aquellos días de fuera de juego. De verdad que en la próxima vida voy a poner más atención a mi futuro. Nada de estudiar; o soy futbolista o concejal.

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