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EL DÍA DEL CADAVER EN LA PISCINA (Basado en hechos reales)

Aquel invierno, mi perra "Chunga", que era callejera pequeña y ninfómana, consiguió hacer enloquecer con sus olores genitales a un enorme San Bernardo que vivía con unos vecinos.

En el chalet de la urbanización lujosa de Madrid donde residí hasta la treintena, jamás cerrábamos puertas y así, mientras nuestros elegantes vecinos disponían de toda clase de sistemas de seguridad a base de cámaras y acorazamientos variados, nosotros éramos libres como pájaros, de modo que jamás entraron a robar, seguramente por miedo. Pero sí entraban libremente los perros que venían a copular a nuestra viciosa perrita.

Un día comprobamos, que en el fondo de la piscina de agua estancada, verde y translucida, había una enorme mancha. Enseguida nos dimos cuenta de que aquel pobre San Bernardo, seguramente ante la imposibilidad de conseguir el objetivo de hacerle el amor a nuestra pequeña perra, se debía de haber suicidado bajo horribles calenturas lanzándose al agua helada; son solo hipótesis. El hecho es que intentamos mover el cadáver que tan solo se intuía, con el largo palo del recogedor de hojas y ese animal debía pesar al menos setenta kilos. Y ante la imposibilidad de sacar al perro del fondo, decidimos llamar a los bomberos. Nuestra sorpresa fue que nos dijeron que esa labor no era de su incumbencia ya que no respondía a ninguna emergencia, y con razón. Pero no podíamos dejar ese cuerpo ahí en el fondo. Así que pensé que lo mejor era llamar a la policía y decirles la verdad; que en el fondo de la piscina había un cadáver humano y que era necesario cuanto antes investigar ese asesinato del que ninguno de la familia habíamos sido testigos. Y así fue como se presentaron varias dotaciones policiales con sus chirriantes sirenas y un despliegue de luces de ambiente discotequero. Muchos fueron los vecinos que salieron a cotillear imaginándose lo peor. Y muchos los policías que se asomaron a la piscina para intentar dilucidar lo que a duras penas se vislumbraba en el fondo. E hicieron lo mismo, menudos profesionales, intentar mover aquello con el recoge hojas. Así fue como finalmente ellos mismos llamaron a los bomberos que se personaron con gran escándalo en pocos minutos. Y ellos si que estaban preparados. Sacaron un largo garfio con el que engancharon el cuerpo inerte. Entonces hubo mucho silencio mientras ascendía a la superficie el pesado cadáver con la asistencia de cinco fortachones profesionales de los servicios de rescate. !Pero si es un perro! gritó uno de los agentes !hala, el perro del vecino, pobrecito! grité yo. Y pronto estuvo fuera del agua el pesado fiambre. Después, cuando volvieron todas esas amables personas a sus labores de protección ciudadana, solo restaba llamar a nuestro compungido vecino que por fin, averiguó donde se encontraba su animal de compañía. Y tras el disgusto, se lo llevo con la ayuda de unos familiares poniendo unos plásticos sobre los sillones de cuero beige de su mercedes.

Y es que no hay nada como la colaboración entre las personas para que se hagan bien las cosas.

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